El alumno de 5º de Primaria del Colegio Público Miguel de Cervantes presentaba a esta primera edición su relato “Entre el cielo y el suelo”
Alvaro Alberca Ortuno, alumno e 5º de Primaria
del Colegio Público Miguel de Cervantes de Villafranca de los
Caballeros (Toledo), con su cuento “Entre el cielo y el suelo”,
junto a Irene González Romera, alumna de 1º de ESO del IES Virrey
Morcillo de Villarrobledo (Albacete), con su relato “Dalia” son
los ganadores del I Concurso de Relatos que desde la revista Educar
en Castilla-La Mancha se ha organizado con motivo de la celebración
del Día del Libro.
El
fallo se daba a conocer el pasado 2 de mayo en el portal “Educar en
CLM” del Gobierno de Castilla-La Mancha. Desde Educar trasladan su
agradecimiento por participar a todos los alumnos y alumnas que “nos
han hecho llegar sus relatos, así como a los centros educativos y
familias que les han animado a adentrarse en el mundo de la lectura y
la escritura como instrumentos imprescindibles para su formación
como personas”.
Desde
el Ayuntamiento de Villafranca también felicitan al joven escritor y
destacan el valor de este tipo de iniciativas que promueven la
animación a la lectura e impulsan a nuestros niños y jóvenes a
adentrarse en el apasionante mundo de la literatura. Y, en este
sentido, aprovechan para subrayar la importante labor que realizan
las bibliotecas municipales que, en el caso de la localidad manchega,
mantiene viva esta pasión por los libros y contribuyen también a
formar en valores a nuestros escolares.
Reproducimos el relato de Álvaro Alberca:
Entre
el cielo y el suelo
“Yo
era muy pequeña cuando me caí de mi nido, tenía muy poquitas horas
de vida.
En
ese momento perdí la consciencia. Por suerte paseaba por allí una
familia muy amable de humanos que me llevaron a un centro de
recuperación para aves.
Me
gustaría haberme quedado con aquella familia, pero no pudo ser. Ya
en el centro, empezaron a curarme las heridas, el ala rota y a darme
todo lo necesario para sobrevivir.
La
vida allí era bastante tranquila aunque para mí era un poco triste.
La mayoría de aves que llegaban, pasaban un tiempo, se curaban y se
marchaban. Por desgracia yo nunca podría salir, porque jamás podría
volar. Mi ala había quedado rota para siempre.
Así
fueron pasando los años y fui conociendo a muchas otras aves que
venían y se iban después de recuperarse. Hice buenas amistades con
todo tipo de especies.
Un
día, llegó al centro un nuevo individuo. Era un cigüeño al que
llamaron Blas. Esta vez puse mayor empeño en conocer al recién
llegado. Como es lógico, al saber que allí vivía alguien de su
misma especie, él también se interesó por mí.
Pronto
comenzamos a sentir una atracción especial el uno por el otro.
Pasábamos largas tardes paseando y charlando de cómo había sido
nuestra vida hasta ahora. Yo estaba impresionada escuchando las
maravillosas experiencias que él había tenido en sus viajes y así,
casi sin darnos cuenta, él se recuperó.
Había
llegado la primavera y con ella el momento de buscar pareja para
anidar. Yo sentía que la hora de la despedida se acercaba y Blas
emprendió el vuelo. Me quedé muy triste, como si otra parte de mí
se hubiera vuelto a romper para siempre. Y así permanecí durante
toda la tarde, mirando hacia el horizonte por el que vi por última
vez desaparecer a Blas completamente recuperado.
Al
atardecer apareció una sombra a lo lejos. ¡No podía creerlo!
Según se aproximaba veía más claro que aquella esbelta figura era
Blas. Había regresado con la primera ramita en su pico para formar
nuestro nido.
Cada
rama que Blas traía al nido, venía acompañada de una bella
historia que me contaba sobre los paisajes que él recorría. Fue así
como sin salir del centro y sin poder volar, pude ver con los ojos de
Blas, las extensas llanuras de cereal, grandes campos de olivos y
viñedos de un verde intenso, los amplios y ricos humedales, las
sierras, los nacimientos de grandiosos ríos y hasta castillos y
molinos en los que hace tiempo se habían librado famosas batallas.
Con
la misma ilusión con la que habíamos preparado nuestro nido,
esperábamos ver el nacimiento de nuestros polluelos. Y así fue como
llegó el día más feliz de nuestras vidas. Uno tras otro fueron
rompiendo el cascarón.
Ahora
ya existían en la tierra tres seres que llevarían por todo el mundo
la bonita historia de la cigüeña del ala rota”.